Hay dos tipos de personas las que aman o detestan la cocina. Buenos, pueden haber personas en el centro con respecto a la cocina que ni la aman como para cocinar con esmero cada día, sino que disfrutan preparar platos de forma ocasional.

 

El cocinar ya no es solo  una necesidad cotidiana, la mayoría de nosotros, por cuestiones de la vida diaria, comemos fuera de casa, tiramos de pre-cocinadostake away o deliverys entre otros. Disfrutar o no la cocina  va ligada a la sociedad del bienestar, y a la disociación entre comida y cocina. Para algunos, detestan la necesidad de cocinar. No entienden, cómo pueden tardar más de cincuenta cuarenta minutos preparando algo que se comerán en cinco. Lo sienten como una gran pérdida de tiempo.

 

Para otros en definitiva, la cocina se ha convertido en una cuestión de pasatiempo, un lugar donde escapar del día a día. Es una afición que nos entretiene, nos motiva, nos hace pasar un rato divertido. Pero cocinar además es relajante, casi terapéutico y tremendamente gratificante.

 

 

En nuestro caso, cuando nos ponemos el delantal y encendemos los fogones tomamos el control de la situación. Elegimos la receta, seleccionamos con cuidado los ingredientes y cocinamos con esmero. Una la sensación que nos reconforta. Porque cocinar nos llena la curiosidad por probar cosas nuevas: recetas, ingredientes, técnicas y culturas por explorar. Y cada descubrimiento nos llena de satisfacción.

 

 

Porque los sabores nos colman de recuerdos y la memoria olfativa tiene un gran poder emocional. Todos guardamos en la cabeza imágenes y sensaciones que se activan con determinados olores, sobre todo con platos caseros que nos trasladan a la infancia y nos cargan de placer.

 

Porque es una pasión que se comparte: cocinar pensando en quién va a degustar nuestro plato nos hace implicarnos de una forma especial. Demostramos que esa persona nos importa y el ver que realmente disfruta es una sensación fantástica. Sea cual fuere el motivo principal, cocinamos no sólo para alimentarnos, también para entretenernos y relajarnos.